domingo, 23 de febrero de 2014

Paternidad friki

Mi mundo ha cambiado desde que Juls Jr. llegó a esta casa. Dejadme que os explique algo, cuando yo tengo hambre, voy a la nevera, cojo algo de comida y me la zampo. ¡Pues los bebes no hacen eso! Si los bebes tienen hambre, ¡se ponen a gritar como unos descosidos! ¡son absolutamente irracionales! ¿por qué nadie me avisó de este detalle?



Voy a intentar explicar lo que es tener un hijo desde un punto de vista claro y sin florituras:

Es como cuando, ilusionado, preparas durante meses la complicadísima invocación de un dios-demonio de Melniboné, y cuando por fin aparece en tu sala de estar te das cuenta de que has olvidado de dibujar uno de los jodidos símbolos del pentagrama de protección. Todo cambia en un segundo. Ante tu absoluto estupor, ese demonio ya no es tu esclavo, si no que se convierte en el PUTO AMO del cotarro. Y en lugar de irse por ahí, a hacer maldades, disfrutando de la libertad recien adquirida por la gilipollez del invocador, como haría un señor demonio que se precie, se queda en tu casa exclusivamente para hacértelas pasar REALMENTE PUTAS. Simplemente porque le apetece joderte.

¿Lo habéis pillado ya?

Este pequeño ser, llegado del más allá a través de un ignoto portal-útero, es, además, cruel, caprichoso e intransigente. Todas sus voluntades deben cumplirse en el acto bajo pena de terrible tortura: el llanto más agudo que os podéis imaginar.

Representación 98% fidedigna de cuando nos conocimos mi parienta y yo


Mi esposa, otrora feroz guerrera de carácter indómito, en lugar de enfrentarse con con el recién llegado con todo su increíble poder (que no es poco), se ha doblegado rápidamente ante la presencia de esta nueva criatura balbuceando cosas como: "Ay, que guapo, que guapo, que guapooooo" o "que quiere mi nene, que quiere mi neneeeeeee".

Indignante.

¡Antes eso me lo decía a mí!

Pero, antes de seguir con esta dramática historia de paternidad y sufrimiento, viajemos al pasado para que os pueda contar cómo llegó a este mundo mi nuevo amo y señor, y de esta forma podáis haceros una mejor idea de lo que traía tras de sí este nuevo ser.

Tras 24 terribles horas de invocación, la sala donde apareció el pequeño demonio parecía la puta Colina de la Hamburguesa en Vietnam. Había sangre y vísceras por doquier, en el suelo, en las paredes, en el techo. Los gritos que resonaban eran ensordecedores, y el olor de la sangre derramada volvía locos a los hombres. Allí se respiraba dolor, drogas y lejía con aroma a limón. Tal era el ambiente de locura que reinaba en aquel maldito lugar que juraría haber visto con el rabillo del ojo a un Vietcong moviéndose entre la maleza. O vendiendo collares de luces, no estoy seguro. ¡No estoy seguro de lo que ví, maldita sea! ¡NO LO SE!

Como podréis deducir, solo algo extraño puede salir de aquella experiencia grotesca.

Regresando al presente, os estaba contando el asombroso cambio sufrido en la personalidad de mi mujer: Mi querida esposa se ha convertido en la sacerdotisa del nuevo dios-demonio encarnado.

Al igual que las grandes sacerdotisas de Ishtar, ella es la única intermediaria entre las órdenes de la criatura llegada del más allá y el resto del mundo. Lo cual a mí me deja relegado a un papel de esclavo inferior bastante lamentable.

Debo obedecer inmediatamente y sin cuestionar todas las órdenes del nuevo señor, que, si no me son transmitidas por él directamente mediante berrido ultrasónico ensordecedor, me son encomendadas por la Sacerdotisa-Esposa en forma de gritos inapelables.

Últimamente siempre estoy corriendo de aquí para allá para cumplir hasta el más mínimo deseo del nuevo Señor y su durísima sacerdotisa: "Traeme esto, arregla aquello, ve a buscar esto otro... ¡rápido, holgazán, que si no te vigilo no haces nunca nada!" Y yo respondo mansamente: "Sí, ama, ahora mismo suprema sacerdotisa", porque si no obedezco sus órdenes sé con total certeza que el castigo a sufrir sería terrible. El bebé no tolera la más mínima insubordinación.

Otro de los cambios sufridos por mi señora es que, cual aborigen de Papúa-Nueva Guinea, siempre se mueve por casa con los pechos al aire. Si bien, antes de LA llegada, yo veía esta situación, me lanzaba sobre mi esposa con intenciones... digamos poco honestas, pero ahora lo único que me provoca esa visión son unas irrefrenables ganas de coger a la criatura y engancharla a sus pechos para que se alimente.


¿Por qué acepto esta situación sin luchar? sin oponerme como un auténtico héroe haría a pesar de las dificultades ¿soy débil de espíritu? No amigos, el Bebé recién llegado tiene unos poderes terribles que no tienen comparación con nada que haya imaginado mente humana en su sano juicio.

En el próximo post tal vez reuna fuerza suficiente como para hablar de estos poderes, ahora mismo no tengo energía para seguir escribiendo, y ya oigo al otro lado del pasillo como me reclaman... debo apresurarme antes de que decidan castigarme por la tardanza... tened piedad de mí...

¡Hasta la vista Frikis!

3 comentarios:

Señor Lunes dijo...

Deja que el Dios/Demonio se vaya haciendo mayor, salvo ciertos años de convivencia tranquila, incluso de cierto cariño y admiración por su parte, irá asumiendo nuevos poderes: la desobediencia.
Además dicen que alrededor de los 12-13 años muta en algo indefinido. Cuando llegue a ese punto, si sobrevivo, te lo comunicaré.

Juls dijo...

Uf, qué miedo, las mutaciones de la edad...

Lo lanzaré a un agujero de gusano hacia la Zona Negativa si eso pasa. Allí podrá quejarse a su gusto si Annihilus le deja.

erjezu dijo...

Compañero de armas, te comprendo. A mi también me han invocado a una diosa-demonio, que debe de ser de la misma poza de oscuridad que el tuyo, porque el plan de ataque que utiliza es el mismo. Y te digo más. Su ataque psicológico es tan fuerte, que donde antes yo veía unos pechos suaves y turgentes, que sólo con su visión provocaba el efecto deseado, ahora veo dos odres de leche, totalmente vedados a los mortales, para servirle de comida y juguetes a la nueva diosa-demonio. Totalmente injusto. Yo soy mas alto, fuerte, y que coño, yo estaba antes. En fin, lo único que podemos hacer es ir entrenando a la nueva adquisición para que, en un futuro, cuando llegues a casa, te la encuentres leyendo uno de los comics que uno tiene guardado como oro en paño mientras se zampa un bocata de nocilla.

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